Título: El Demonio Castigado y el Íncubo 3
Tercer Libro: "La Sangre de los Kuroichi"
Fandom: The Map of Tokyo Savage
Pareja: Hageshii ♥ Konome y muchas más...
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Acción, Aventura, Romance, Sobrenatural
Clasificación: +18
Advertencias: Incesto, Lemon, SM, Violencia
Capítulos: 11 (de 19)
Resumen: Los cuatro habitantes de la Casa de Té reciben una aterradora visita inesperada. El padre de Hageshii aparece exigiéndole que encuentre a su hermano, el cual se ha escapado de casa por un amor humano. Pero las cosas no son como parecen, el hermano de Hageshii esconde un secreto que arrastrará a Hageshii a luchar a través de los mundos.
Konome, Takashi y Katsuragi son personajes de Dr.Ten, el resto son originales míos.
Capítulo 11
—¡Ah!
¡Más duro! ¡Hazlo más duro Shinohara!—gemía Reitan aferrándose
a las sábanas, con lágrimas corriendo por sus mejillas y un hilo de
saliva cayendo por la comisura de sus labios.
—Vaya,
parece que te estás volviendo adicto a esto—respondió Takashi
embistiendo con brutalidad el blanco cuerpo.
Tras
unas cuantas horas de sexo intensivo, tanto el demonio como el
exorcista, seguían queriendo más, más del otro, más calor, más
placer incalculable. A Reitan jamás lo habían tratado con tanta
rudeza físicamente, por ser hijo de quien era, pero el exorcista no
se estaba conteniendo para nada. Takashi gozaba del estrecho
interior, que lo absorbía ansioso. Aquel cuerpo de fragilidad solo
aparente le recordaba mucho al de Konome, pero su leve resistencia y
gran soberbia hacía que le gustara aún más.
—Ah...
Reitan... Voy a correrme otra vez—le dijo mientras agarraba sus
caderas, dejando marcas rojas en ellas, embistiendo fuertemente,
sintiéndose ya llegar.
—¡Mn!
No- lo hagas... dentro... estoy lleno- ¡Ah!—a pesar de lo que
acababa de decir, Takashi no se contuvo y se derramó en sus
intestinos con un intenso orgasmo.
Cuando
salió de su interior, el semen se deslizó por los muslos del
demonio, desbordándose ya.
—¡Hm!
Sí que estás lleno, voy a dejarte embarazado al final—rió el
exorcista.
Un
intenso escalofrío recorrió el cuerpo del demonio.
—No
vuelvas a sugerir eso—le dijo dándole un toque con el pie.
—No
te pongas así, eres un hombre así que es imposible—se puso sobre
él y envolvió con su mano el miembro que aún no se había corrido.
—Claro...
¡Um!—un espasmo sacudió su cuerpo al sentir la lengua de Takashi
recorrer toda su longitud.
—Estás
casi a punto...—le dijo mientras le lamía desde la base hasta el
glande—. Puedes correrte en mi boca si quieres.
—¡Nn!
Shinohara, eres un grandísimo pervertido—le dijo el demonio
sintiéndose avergonzado aún por todo aquello.
No
tardó mucho en venirse, estimulado por la experta lengua de Takashi.
El demonio quedó tendido, jadeante sobre la cama, con el exorcista
observándole, recostado a su lado.
—Aún
tienes ganas de más, ¿verdad?—le dijo acariciando con la punta de
sus dedos el blanco pecho de su amante.
—Lo
que me sorprende es que tú sigas teniendo energía, Shinohara—le
dijo apartando su mano de un manotazo.
—¡Heh!
Esto no es nada, antes estaba acostumbrado a dar de comer a Konome,
¡y ese sí que absorbe energía!—exclamó riendo.
—¿Así
que tú eras el antiguo amante de Konome? No me extraña que le
caigas mal a Hageshii—el demonio se puso boca abajo para descansar
un poco antes de que siguiera.
—Bueno,
no se puede decir que fuéramos amantes, yo tan solo era su comida
igual que lo han sido muchos demonios. Hageshii ha sido su primer
amante—se podía notar que estaba algo molesto aunque ya lo había
aceptado.
—Konome
tiene mucha suerte, Hageshii está realmente enamorado y dará su
vida por él si es necesario—dijo pensativo suspirando.
—¿Estás
celoso?—inquirió el moreno, tumbándose un poco sobre él.
—¿Celoso?
¡Claro que no! Estamos hablando de mi hermano, tal vez un poco de
envidia como mucho—contestó dándose cuenta de que tal vez sí que
tenía celos.
—Pues
no deberías. Creo que tu hermano te ama tanto como a Konome—comenzó
a besar su espalda, deslizando las manos hasta su cintura.
—¿Por
qué dices eso?—preguntó extrañado.
—Ha
ido a enfrentarse a su tío y también va a enfrentarse a su padre,
todo por ti. ¿No crees que eso es amor?
Reitan
comenzó a reír algo enternecido por la inocencia del exorcista.
—Dudo
mucho que haga todo eso solo por mí—ante la cara confusa de
Takashi, el demonio se explicó—. Hageshii siempre ha querido
enfrentarse a nuestro padre y liberar sus poderes. Además, haciendo
esto también él será libre y podrá vivir tranquilo con Konome. Yo
tan solo he sido la excusa perfecta.
—No
digas tonterías. ¡Estoy seguro de que él también te quiere!
—Claro
que sí, me quiere como a su hermano que soy. Aunque sinceramente,
después de todo lo que le hice en el pasado no debería—en su voz
había un deje de tristeza.
—La
verdad es que nunca entenderé a ese tipo, es muy extraño—concluyó
tumbándose a su lado.
—¿Extraño?—¿Era
él el único que veía a Hageshii como el ser más simple del mundo?
—Oye,
¿qué tal si dejamos de hablar de tu hermano y volvemos a la
diversión?—deslizó su dedo por la columna del demonio hasta
llegar a su entrada y meterlo allí.
—¡Ah!
Espera... un poco. ¡Acabamos de hacerlo dos veces seguidas! ¡Y tres
más hace un rato!—se quejó retorciendo su cuerpo.
—En
realidad ya te has corrido seis veces, esta será la séptima—le
dijo sonriente levantando su trasero—. Oye, ¿quieres usar alguno
de mis juguetitos? Tengo muchos y se sienten muy bien.
—¿Jugue...
titos? ¿De qué estás hablando? ¡No quiero nada pervertido
Shinohara!—le dijo viendo salir al moreno de la habitación
totalmente desnudo.
Hageshii
escalaba la escarpada pared con el íncubo a su espalda, aferrándose
a su cuello. A pesar de que ahora Konome estaba envuelto por la
amorosa aura de su amante, seguía temblando de pies a cabeza pero
esta vez por el miedo que le estaba provocando la altura, de ya casi
un kilómetro.
—Konome,
tranquilízate, no vamos a caernos—le repetía una y otra vez el
demonio.
—¿Pero
y si me resbalo y me caigo?
—Entonces
yo me tiraré y te cogeré antes de que llegues al suelo.
—¿Y
si no puedes?—preguntó dándole un tirón en el cuello.
—¿Es
que no confías en mí?—le miró y le sonrió amablemente.
—Um...
Hagii...—el pequeño se agarró más fuerte y enredó sus piernas
en la cintura del pelirrojo.
—Ya,
ya, pronto llegaremos—hizo que sus cabellos envolvieran al pequeño,
dándole más seguridad.
En
una hora consiguieron llegar a la cima de más de cuatro kilómetros
de altura. Estaban ahora frente a la puerta principal del castillo
que medía unos cincuenta metros de altura por treinta de ancho, de
una madera negra agrietada. Desde su posición no eran capaces de
calcular la altura que tendrían los torreones.
—Hagii...
—Cierra
los ojos si tienes miedo y abrázate a mí—le dijo rodeando su
cintura con un brazo.
El
demonio avanzó hasta que pudo tocar con su mano la puerta. Una
potente barrera lo repelió, lanzándole casi al vacío.
—¿Estás
bien chiquito?—le preguntó preocupado por si también le hubiera
afectado.
—Sí...
¿Cómo vamos a entrar?
—Llamando
a la puerta seguro que no, tendré que romper la barrera, espero que
mis cabellos sirvan—se arrancó uno de los rojos cabellos y lo
lanzó contra la barrera.
La
defensa que antes era invisible, brilló roja y una brecha comenzó a
abrirse en el lugar donde estaba el cabello.
—¡Lo
has conseguido!—exclamó sorprendido el íncubo.
—Es
lógico, ese cabello lleva parte del ADN de quien ha creado la
barrera—explicó sonriendo—. Bueno, vamos allá.
El
agujero que se había abierto en la barrera era pequeño pero no
podía conseguir mucho más y tenían que cruzar rápido. Cogió a
íncubo en brazos y empujó la pesada puerta. Se encontraron en un
enorme hall de brillante suelo de azulejos negros salpicados de verde
esmeralda; paredes de fría piedra del mismo color, como el interior
de una cueva, con rostros agonizantes formados en ellas; y en el
techo flotaban luces verdes como luciérnagas. Konome no tardó ni un
segundo en meter su cabeza debajo de la camiseta del pelirrojo.
Hageshii comenzó a caminar con el pequeño bajo su ropa.
—¡¡Alto
ahí intruso!!—se escuchó una cavernosa voz en todo el lugar—.
¡¿Cuál es tu nombre?!
—No
le digo mi nombre a quien no veo—contestó Hageshii no muy
impresionado.
—¡¿Quién
osa entrar en el castillo de Hades, Dios del Inframundo?!—volvió a
preguntar la voz.
—Y
dale, qué pesado—masculló el demonio aburrido de esperar.
—¡Si
no quieres sufrir la ira del Dios, márchate ahora mismo!
—Que
sí, que sí, no me sueltes el rollo. ¿Qué tal si le dices a Hades
que venga a verme? Y no se te ocurra mandar a ningún siervo a
matarme porque acabaré con todos—al ver que no respondía habló
de nuevo—. No me hagas perder más el tiempo ¿vale? Este lugar no
es muy agradable que digamos—aunque a él aquello no le importaba,
sí se estaba preocupando por el íncubo.
—Cuanto
tiempo, Kuroichi Hageshii...
—Tú
debes de ser Hades ¿cierto?
Por
las escaleras que tenían frente a ellos comenzó a descender un
hombre de alta estatura y una delgada figura casi esquelética. Sus
cabellos eran tan largos que los arrastraba por el suelo, totalmente
lacios y negros más profundos que la noche, que hacían destacar aún
más su blanca piel ceniza. En sus ojos no había pupila o color
alguno, eran completamente blancos y sin embargo parecían mirar
intensamente. Una túnica negra cubría su delgado cuerpo, simple,
sin adorno destacable.
—Tú
eres mi tío Hades, ¿me equivoco?—preguntó Hageshii, sintiendo un
gran respeto hacia aquel ser sin conocer la razón.
—Así
es, pero te pediría que no me llamaras tío, es algo muy deshonroso
tener un descendiente del Diablo en mi familia—su voz era suave y
oscura, elegante al igual que sus movimientos.
Escalofríos
recorrían todo el cuerpo de Hageshii, no esperaba encontrarse con
alguien como él.
—Como
prefieras. Eso me da totalmente igual—se había quedado paralizado
durante unos momentos sin que las palabras salieran de su boca—.
Solo he venido aquí para que liberes mis poderes.
—...
Ya veo... acompáñame y hablaremos un poco. Y ese pequeño que
tienes bajo la ropa también—Hades comenzó a caminar hacia un
salón y ambos siguieron su estilizada figura como si fueran sus
siervos sin siquiera darse cuenta.
El
salón era del mismo estilo que el hall, paredes negras de piedra
agrietada y luces verdes flotando por encima de ellos. En el centro
había un largo sofá de tela negra y adornos con formas de
desfiguradas calaveras y un sillón de alto respaldo con el rostro
cadavérico de un demonio en la parte superior.
—Adelante,
sentaos—les dijo señalando el tenebroso sofá pero que luego se
sintió cómodo cuando lo probaron.
El
Dios se sentó en el sillón frente a ellos, mirándolos fijamente.
Konome sentía curiosidad por saber cómo era aquel hombre, cómo era
el tío de su amante. Sacó la cabeza de debajo de la camiseta y con
cautela miró a su anfitrión. Su corazón latió tan fuerte que
hasta Hageshii pudo oírlo, aquel hombre no le daba miedo pero sin
embargo le hacía sentir muy inferior, como si por naturaleza fuera
su amo. El pelirrojo le sentó sobre sí y le abrazó, intentando
tranquilizarle.
—¿Ese
niño es tu amante?—preguntó Hades, observando muy atento al
pequeño.
—Sí,
¿tienes algún problema con eso?—preguntó Hageshii, temiendo que
tuviera la misma mentalidad que su padre.
—No,
para nada. Los íncubos son unos de los pocos demonios que me
agradan, su forma de matar es realmente... adorable—rió
suavemente, sonó como a una dulce melodía.
—Eres
mucho más tolerante que mi padre—susurró el demonio entristecido.
—¿Cuál
es la razón por la que quieres recuperar tus poderes precisamente
ahora?—preguntó yendo al grano, mirando ahora al pelirrojo—.
¿Tiene algo que ver con ese pequeño?
—En
parte. Se supone que mi hermano dentro de diez años debe ser el
heredero de nuestro padre. Ha estado presionado durante toda su vida
para ser el heredero perfecto y ya no puede más. Incluso ha cometido
una gran estupidez para intentar liberarse. Él no tiene el poder
suficiente para derrotar a nuestro padre pero puede que con mi poder
lo consiga, solo, claro está, si liberas el poder que he heredado de
tu hermana—le explicó y esperó su reacción.
—¿Así
que quieres liberar tu poder para matar a tu padre?—Hades se quedó
pensativo, observando fijamente a su sobrino.
—¿Y
bien? ¿Lo liberarás?—preguntó Hageshii impacientándose.
—Tengo
que pensármelo... ¿Qué os parece si os alojáis aquí hasta que me
decida?—les ofreció con una casi invisible sonrisa.
—¿Te
parece bien tener alojado en tu castillo a un descendiente del
Diablo?—preguntó extrañado.
—Ahora
eres un renegado, ¿cierto? En tal caso no hay problema—respondió
inclinando sutilmente su cabeza.
Una
mujer apareció en el salón con un extraño vestido de doncella. Se
reverenció ante Hades y después ante Hageshii y les indicó que la
siguieran.
—Ella
os llevará hasta vuestro aposento. Supongo que querréis dormir
justos. Cualquier cosa que necesitéis pedídselo a ella—el Dios se
levantó y se dirigió a la salida.
—¡Un
momento, una cosa más!—le llamó el pelirrojo.
—Primero
tengo que hablar con ella—dijo antes de que preguntara nada.
Hades
se marchó y Hageshii y Konome siguieron a la sirvienta subiendo unas
largas escaleras hasta uno de los torreones.
—Si
necesitan cualquier cosa, por favor, no duden en llamarme—les dijo
con una nueva inclinación y se marchó.
La
habitación donde estaban tenía la misma decoración que el resto
del castillo, con una cómoda en un lado y ocupando gran parte de la
habitación una enorme cama con sábanas de seda negra y verde.
—El
ambiente es... bueno, como en el resto de este sitio. Pero al menos
la cama parece cómoda—comentó Hageshii suspirando, aunque
mientras tuviera un buen sitio donde hacer el amor con Konome, el
resto no le importaba.
—Hay
una ventana...—el íncubo se acercó a ella arrastrando al demonio
tras de sí para no separarse de él—¡¡Nya!!
Se
metió de nuevo bajo la camiseta del demonio, aterrorizado.
—Chiquito...
estamos a unos cuatro kilómetros de altura, ¿qué esperabas?—lo
cogió en brazos y lo llevó hasta la cama—. Voy a hacerte olvidar
todo lo que has visto hoy ¿de acuerdo?
—¡¡Sí!!
¡Quiero que Hagii me haga olvidar!
Enredó
sus piernas en la cintura del demonio y se quitó la sudadera. Ante
tal invitación Hageshii no pudo contenerse. Deslizó sus dedos por
la suave piel del íncubo, pellizcó sus pezones haciéndole gemir.
Lamió y mordisqueó su pecho, dejando nuevas marcas que sustituían
a las de veces anteriores que ya se habían borrado. Le quitó los
pequeños pantalones, dejándole completamente desnudo frente a él.
Konome abrió sus piernas y metió un dedo en su entrada. Le sonreía
pícaramente al demonio, incitándolo a poseerlo rápidamente.
—¿Quieres
ir al grano? ¿No quieres jugar un rato primero?—preguntó
Hageshii, aunque para él no suponía ningún problema.
—Quiero
a Hagii dentro de mí rápido—abrió más su entrada, moviendo
sensualmente sus caderas.
—De
acuerdo, podemos jugar mientras lo hacemos—comenzó a penetrar al
pequeño.
Al
no tener mucha dilatación, fue más placenteramente doloroso para el
íncubo. El pelirrojo comenzó a embestirle despacio pero
intensamente, llegando al fondo en cada estocada. No dejaba de
observar fijamente el rostro del menor, que le mostraba lindas
expresiones, sonrojado y con lágrimas cayendo por sus mejillas.
Konome fijaba su vista en los ojos ardientes de su amante, porque si
desviaba la mirada a cualquier otra parte solo vería oscuridad y
luces tenebrosas. Hageshii envolvió con su mano el miembro ya
goteante del pequeño y comenzó a masturbarlo muy despacio, frotando
su glande con la punta del índice, haciendo que le pareciera casi
una tortura. De la boca del íncubo no dejaban de salir gemidos
incontrolables y solo repetía una y otra vez el nombre de su amante.
—¿Quieres
más? ¿Quieres algo más chiquito?—le preguntó con mirada lasciva
el pelirrojo, a lo que el pequeño solo afirmó enérgicamente con la
cabeza—. Hm... tienes que pedirlo como se debe. Tú sabes hacerlo,
¿verdad?
—Hagii...
¡Ah! ¡Nn! Quie-ro... más... ¡Uuh! ¡Más... de Hagii...! ¡Por
fa-favor! ¡Nya...!—el íncubo suplicó con gran esfuerzo, sin
poder dejar de gemir.
—Eso
es... buen chico...—como premio le dio un beso en la frente y
acarició sus orejas.
Creó
una fina aguja de sangre y, sujetando con una mano firmemente el
miembro del íncubo, comenzó a meterla despacio. El pequeño se
retorcía asustado por lo que estaba haciendo.
—Quieto...
Si te mueves mucho se me escapará. Relájate y solo siéntelo—le
dijo sonriente complacido por su expresión de goce.
—¡Ah...!
Eso... se siente... raro... ¡Um-!
—¿Raro?
Pero te gusta, ¿cierto?—Konome no pudo contestar pero el
movimiento agitado de su cola y sus orejas en punta le decían que
sí.
—¡Ha-Hagii...!
M-me corro... ¡¡Nya!!—el pelirrojo sacó la aguja y el íncubo se
corrió sobre su propio vientre, manchando hasta su rostro.
—Vaya,
esto es mucho semen—lamió el rostro del pequeño limpiándolo,
bebiéndose la deliciosa semilla—. Por cierto... te has corrido
antes que yo...
Ante
aquellas palabras el pequeño ya sabía lo que le esperaba, y en
aquel momento lo deseó más que nada.
Continuará...
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