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Double Blackmail



Título: Double Blackmail (Doble Chantaje)
Fandom: Zombie-loan       Pareja: Chika Akatsuki Shito Tachibana
Autor: KiraH69
Género: Yaoi       Capítulos: One-shot
Clasificación: +18       Advertencias: Lemon
Resumen: A Chika no le queda de otra que acompañar a su padre a la iglesia para ver a su primo cantando en el coro... pero sin embargo a quien se encuentra cantando es a Shito, el ídolo frío de la escuela. Aprobecha aquello para hacerle chantaje: no dirá nada a nadie mientras le satisfaga.



— ¡Vamos, Chika! Si te entretienes más llegaremos tarde—la voz de su padre llegaba hasta el segundo piso de la casa.
— ¿Y por qué demonios tengo que ir yo?—gruñó el joven de blancos cabellos mientras luchaba con la corbata que no quería atarse correctamente.
— ¡Cuida tu boca niño!—su padre le soltó una de sus habituales collejas—. Tienes que ir porque tu primo va a debutar en el coro y está muy entusiasmado con que vayas a verle. No quiero ni una sola queja más.
—Huh, debutar en el coro de una iglesia, qué gran cosa. ¿Es como para estar orgulloso?—pensaba Chika sin atreverse a decirlo muy alto temiendo la mano de su padre.
En un cuarto de hora estaban ya frente a la iglesia cristiana más grande de la ciudad. Un edificio de estilo gótico, de piedra gris casi blanca, con unas grandes vidrieras coloridas con imágenes de santos y un gran jardín rodeándolo todo. Era un día especial, por ello estaba más abarrotado de lo normal y un montón de gente se reunía en corros charlando animadamente. Chika se sentía totalmente fuera de lugar, ir a una iglesia un par de veces al año en los días especiales le parecía demasiado ridículo.
—Quita esa cara de malas pulgas y compórtate—le ordenó su padre arreglándole el pelo.
—Sí, sí—murmuró malhumorado.
Las charlas frívolas con amigos y familiares se sucedieron una tras otra durante la media hora que tardó en comenzar la misa. El interior de la amplia iglesia resultaba impresionante pero Chika no tenía muchas ganas de fijarse en ello. Caminó junto a su padre, retorciendo aquel incómodo traje azul, hasta los bancos más cercanos al altar. En tercera fila tenían una perfecta vista tanto del sacerdote como del coro. Pero Chika no se molestaba en mirar, le resultaba demasiado aburrido, quería evadirse de aquel lugar como fuera. Disimuladamente sacó uno de los cascos de su reproductor de música y comenzó a escuchar rock duro, pero en un minuto su padre se dio cuenta y se lo quitó de un tirón.
—Deja de ser tan blasfemo. Mira a tu primo, está guapísimo con la túnica y canta como los ángeles—le dijo su padre.
Sin otra cosa que hacer, Chika levantó la mirada y observó al coro de jóvenes vestidos con túnicas blancas con algo al rededor del cuello que a él le pareció un babero rojo. Llevó la vista hasta su primo pero no fue en él en quien se centró. A penas dos lugares a la derecha suyos estaba alguien conocido. Shito, su compañero de clases, el chico de cabellos azabaches y ojos carmesí siempre serio, altanero e indiferente ante los demás. Nunca había visto cambiar la expresión en aquel rostro atractivo a su pesar. Aquel chico le molestaba más que nadie. Y ahora resultaba que el más orgulloso de todos era un chico del coro. Su pecho comenzó a doler, le estaba costando demasiado aguantarse el fuerte ataque de risa. Sus ojos dorados se encontraron entonces con los de Shito, el cuerpo de este se tensó, la voz dejó de salir de su garganta y sus mejillas se ruborizaron.
— “Wao, sí que puede poner otras expresiones”—pensó Chika realmente divertido—. “A merecido la pena venir a la iglesia.”
Cuando la misa terminó Chika consiguió de algún modo librarse de su padre, dejándole charlando con unos amigos. Se escabulló entre la gente hasta llegar al lugar donde se cambiaban de ropa los chicos del coro. Entre ellos pudo distinguir rápidamente a Shito, uno de los más altos de todos, todavía vestido con la túnica blanca.
—Qué sorpresa encontrarte aquí—le dijo acercándose a él con una maliciosa sonrisa.
— ¿Qué es lo que quieres, Akatsuki Chika-kun?—preguntó secamente sin siquiera volverse hacia él.
— ¡Vaya, qué honor, si hasta conoces mi nombre!—pero no era nada raro, sus gamberradas eran famosas en toda la escuela—. ¿Llevas mucho tiempo… cantando?—le costaba realmente contener la risa pero tenía que esperar a que los demás chicos se marcharan.
—Eso no es de tu incumbencia—no tenía intención de entablar una conversación con aquella indeseable compañía.
—Qué cruel, yo solo quería felicitarte, han sido unos cánticos muy… hermosos—sin querer se le escapó una pequeña risa.
Se intentó poner delante suyo para que le mirara pero Shito lo evitaba por todos los medios, no se pensaba tragar aquella falsa amabilidad, estaba claro que solo quería reírse de él. Nervioso por su presencia y ocupado intentando esquivarlo, Shito todavía no se había cambiado de ropa. Al fin quedaron los dos solos, Chika se apresuró y cerró la puerta con pestillo.
—Oye, ¿por qué has hecho eso?—le preguntó el pelinegro extrañado.
—Porque ahora vamos a hablar sin que nos molesten—su rostro lucía una sonrisa de lo más agorera.
—No tengo nada que hablar contigo—se estaba poniendo más nervioso por momentos, aquel chico era precisamente el último que querrías que conociera tu secreto.
—Pues yo creo que sí. A no ser claro que prefieras que en una media hora se haya enterado ya toda la escuela de que eres uno de los… angelitos que cantan en el coro—se quitó la chaqueta y se sentó en uno de los bancos que rodeaban toda la sala—. Sería una gran vergüenza para el estudiante más popular y con mejores notas del colegio, ¿no? Se rompería la imagen del ídolo de hielo. Cuántas chicas estarían decepcionadas.
Shito era incapaz de articular palabra, estaba realmente enfurecido, apretaba los puños con la mirada fija en el suelo. ¿Por qué de entre todos había tenido que ser ese chico el que lo descubriera?
—Claro que… siempre podríamos llegar a un acuerdo—su maliciosa voz recorrió con un escalofrío la espalda de Shito.
Cómo no, debía esperar que le chantajeara. Era molesto pero no tenía otra opción que aceptar lo que le propusiera si no quería ser humillado el resto de sus días como estudiante.
— ¿Qué es lo que quieres?—preguntó esperando que al estúpido no se le ocurriera nada demasiado horrible.
¡Oh! ¡Qué frase tan maravillosa! Era lo que Chika tanto había estado esperando oír, pero ahora no sabía muy bien qué pedirle. Podían ser tantas cosas. Podría ordenarle que le hiciera los deberes durante el resto del año, que le ayudara con todos sus exámenes, que le comprar algún videojuego… Tantas cosas se le venían a la cabeza mientras observaba el perfil avergonzado de Shito que era incapaz de decidirse.
—Mantendré mi boca cerrada si me satisfaces— ¿Por qué salieron aquellas palabras de su boca? No era en las que estaba pensando.
El cuerpo de Shito se sacudió, era lo último que esperaba. Miró aquellos ojos dorados y por desgracia sintió que hablaba en serio. No había remedio, estaba seguro de que aquel tipo no cambiaría de idea. Se acercó a él sin mirarle a la cara y se arrodilló entre sus piernas. Chika se sorprendió, no esperaba que obedeciera tan fácilmente, ni siquiera había pensado en aquello. Los finos dedos de Shito desabrocharon el pantalón del traje y acariciaron el miembro aún flácido de Chika. Comenzó a masturbarlo mirando hacia otro lado y apenas tardó unos segundos en empezar a ponerse duro y crecer.
—Usa también tu boca—le dijo Chika, agarrando sus cabellos y empujando su rostro contra la erección.
A regañadientes, Shito lamió el miembro de abajo a arriba hasta el glande, el olor se percibió aún más intenso y por un momento sintió náuseas. Quiso apartarse pero la mano de Chika se lo impidió. Sus labios y lengua acariciaban el falo mientras se lo metía en la boca algo torpemente al principio. La respiración de Chika se volvía pesada, aquello se sentía realmente bien aunque era evidente que se trataba de un principiante, pero él no era tampoco mucho más experimentado.
—Usa más la lengua en la punta—le pidió enredando los dedos en aquellos suaves cabellos desarreglándolos.
Molesto, Shito le obedeció. Le cabreaba tanto, ¿por qué demonios tenía que hacer sentir bien al bastardo que lo chantajeaba?
—Oye, Shito, ¿estás vestido debajo de la túnica?—le preguntó curioso.
Aprovechó el hecho de que tenía su boca ocupada para no molestarse en contestar. Sintió cómo la túnica se levantaba poco a poco arrastrada por los dedos de Chika.
—No importa, lo averiguaré yo mismo—aunque no estaba seguro de porqué quería saberlo.
Las piernas de Shito se fueron mostrando desnudas poco a poco. Chika pensó que eran realmente delgadas. También su trasero con unos slips negros quedó al descubierto. Shito estuvo a punto de atragantarse, sintió que el miembro se ponía más grande de pronto.
—Suficiente, quiero otra cosa—le dijo Chika apartando su cabeza de un tirón.
— “Menos mal, ha cambiado de idea. Es normal, ¿cómo iba a gustarle que un chico se la chupe?”—pensó el pelinegro, limpiándose los labios con el dorso de la mano.
Chika se levantó y separó el banco sin respaldo de la pared.
—Siéntate en el banco, con una pierna a cada lado—le ordenó y parecía bastante ansioso.
Sin comprender a qué venía aquello, Shito se arremangó la túnica y se sentó como le había dicho. De pronto Chika le empujó de cara al banco, levantó la túnica hasta la mitad de su espalda y bajó sus calzoncillos.
— ¡Tú! ¡¿Qué pretendes?!—exclamó estupefacto.
—Cállate, recuerda que tienes que hacer lo que yo diga—parecía importarle bien poco cualquier queja del pelinegro—. Hoh… No se ve nada mal, aunque sea el culo de un chico.
Shito quería golpearle, patearle, insultarle de todas las maneras posibles pero tenía que soportarlo por su propio bien. Sin embargo cuando sintió la lengua de Chika en su agujero, su mente quedó completamente en blanco. Su cuerpo se agitó, intentó separarse pero Chika le agarró por las caderas. Su lengua entró en el agujero y se movió abriéndolo. Shito estaba aturdido, ¿qué tipo de sensación era aquella? Se agarraba con fuerza al banco intentando soportarlo. Junto a su lengua metió un dedo, moviéndolo en círculos y poco después otro más.
—Supongo que esto te dolerá pero mantén baja la voz o nos descubrirán y no estás en muy buena posición ahora mismo—rió Chika sacando los dedos de su trasero—. Levanta un poco más el culo.
Acarició la entrada con la punta de su miembro y comenzó a penetrar el estrecho lugar. Por el intenso dolor que sintió, Shito mordió la túnica para soportarlo sin que extraños sonidos salieran de su boca. De un empujón Chika logró meter casi la mitad de su miembro erecto.
—Increíble, qué estrecho—jadeaba Chika aflojando la corbata.
Con el miembro palpitante moviéndose en su interior, cada vez más profundo, cada vez más rápido, Shito no pudo evitar excitarse. Supuso que no era más que un reflejo natural, o es lo que quiso creer para no pensar más en ello.
—Shito… me corro… Está tan apretado y caliente…—Chika estaba llegando ya a su límite—. Voy a echarlo todo dentro de ti… siéntelo profundo…
El rostro del pelinegro estaba sonrojado y desencajado, con la boca abierta deslizándose saliva por ella. Chika se excitaba todavía más humillando a aquel chico tan soberbio. Con una fuerte embestida se corrió derramando toda su simiente en el interior de Shito. Se quedó un momento tumbado sobre él hasta calmar su respiración y después sacó el miembro de su interior y se levantó.
— ¡Ju! No ha estado nada mal. Creo que por ahora podré guardar tu secreto—le dijo arreglando su ropa.
— ¿Por… ahora…?— ¿Qué significaba eso?
—Ya te dije que cerraría la boca si me satisfaces y eso no se reduce a este momento—una pervertida sonrisa se dibujaba en su rostro.
—Tú… bastardo—murmuró.
Quería replicarle pero en aquel momento no estaba en condiciones de discutir. Estaba muy caliente, desde su cabeza hasta su entrepierna, lo único que quería era que Chika desapareciera para poder aliviarse.
—Hey, ¿qué te pasa?—le preguntó Chika mirándole extrañado por su comportamiento.
—Nada—contestó secamente.
—Levántate la túnica—ordenó Chika poniéndose frente a él.
—Largo de aquí, ya estás satisfecho así que déjame tranquilo—estaba llegando al límite, necesitaba calmar aquel ardor.
—Te aconsejo que dejes de negarte a mis peticiones o se me soltará la lengua—le amenazó cruzando los brazos sobre su pecho con la cabeza alta.
A Shito no le quedó de otra y tampoco tenía energía para negarse. Levantó la blanca y arrugada túnica y le dejó ver el miembro erecto y goteante que sobresalía de los slips.
— ¡Increíble! Te has puesto duro con un chico dándote por culo. Ahí está el orgullo del ídolo de hielo—rió Chika realmente divertido.
—Hijo de-
—Mastúrbate, delante de mí. Y quítate los calzoncillos, quiero verlo bien—le ordenó colocando una silla frente a él y sentándose dispuesto a observar.
Realmente no quería pero no podía aguantar más. Se quitó los slips y empujó el banco contra la pared para poder apoyarse. Comenzó a frotar la verga con ambas manos, sin poder contener fuertes jadeos, cerrando los ojos para no tener que ver al joven que le observaba atentamente.
—Estás muy duro y empapado. ¿Tanto te ha gustado mi polla?—le preguntó relamiéndose los labios.
—Cállate… no puedo concentrarme…—se quejó frunciendo el ceño.
—Pues parece que tu polla palpita y se pone más dura cuando te hablo—rió acercándose a él—. ¿Debería echarte una mano?—le susurró al oído.
No lo necesitó, la respiración en su oreja fue suficiente, hizo estremecer todo su cuerpo y se corrió abundantemente en sus manos y sobre el pantalón de Chika.
— ¡Wa! ¡Has manchado mi pantalón!—gritó alterado—. ¡Me va a matar! ¿Qué coño le digo para explicar esto? ¡Tú, idiota!
—Jódete—de algún modo aquello compensaba en parte lo que le había hecho pasar.
— ¡Ugh! ¡Esta me la pagas!
Mientras Chika trataba de limpiar la simiente de su pantalón y buscaba la manera de disimular la evidente mancha, Shito se vestía rápidamente y salía de allí como alma que lleva el Diablo sin dirigirse de nuevo a él.
Durante el resto del día y la noche Shito no dejó de rogar para que Chika se olvidara de aquello y nunca jamás volviera a mencionar el tema. Ni siquiera quiso preguntarse qué habían sido aquellas sensaciones que tomaría tan solo como una ilusión o pesadilla. Pero por desgracia Chika no le dejó enterrar aquel traumatizante momento. Fue en la hora del almuerzo, la conmoción de sus compañeros le puso en sobre aviso de su llegada.
— ¡Shito! ¡Ven conmigo!—le ordenó con figura altanera entrando en la clase.
Los murmullos de sus compañeros se intensificaron. Para no armar más jaleo Shito siguió a Chika hasta la azotea. Pero aquel lugar como siempre no estaba desocupado.
— ¡Vosotros, largo de aquí! Tengo la azotea reservada—les dijo a unos chicos que almorzaban tan solo bolsas de aperitivos.
— ¿Reservada? ¿¡Desde cuándo, capullo!?—gruñó uno de ellos levantándose.
—Oye déjalo, es Chika, el tipo problemático de 1ºE. Si nos peleamos con él acabaremos expulsados—le dijo uno de sus amigos sujetándole del brazo.
—Sí, vámonos, tenemos cosas mejores que hacer—cruzando miradas rabiosas, los “intrusos” se marcharon sin armar jaleo.
— ¿Para qué me has traído aquí?—le preguntó Shito cuando se quedaron solos.
— ¿Que no es evidente? Para almorzarte—contestó el otro con una gran sonrisa.
—Querrás decir para almorzar conmigo—replicó el pelinegro molesto.
—No, lo he dicho bien. Es hora de que me satisfagas—explicó desabrochándose el cinturón—. ¿O acaso lo de ayer fue tal shock para ti que has bloqueado los recuerdos?
—Aquí podrían vernos, podría entrar alguien en cualquier momento—quería librarse de aquello como fuera.
—Cierto, subamos ahí. Aunque entren no nos verán—le dijo señalando la estructura que formaba la salida a la azotea.
Sin poder contrariarle de ningún modo viendo que no iba a ceder, Shito subió primero por las escalerillas, seguido de Chika.
—Empieza quitándote el pantalón y los calzoncillos—le ordenó sentándose y reclinándose sobre las manos, preparado para observar—. Hazlo sexy ¿sí?
—Jódete—murmuró el pelinegro.
Para no alargarlo innecesariamente, Shito se quitó la ropa rápidamente, quedando solo con la parte superior del uniforme. Se quedó mirando a otro lado, esperando a que Chika hablara, intentando que su rostro no se sonrojara por la vergüenza.
—Pones cara de odiar esto pero eres muy obediente—reía entretenido—. Ahora ven aquí y chúpamela.
¿Por qué tenía que abrir la boca para cabrearle todavía más? Se acercó a Shito y se arrodilló hundiendo la cabeza en su entrepierna. Desabrochó el pantalón y comenzó a chupar el miembro que ya estaba algo duro. Su sabor y aquel fuerte olor característico no hicieron más que recordarle la mañana anterior. De pronto sintió un frío líquido en su trasero y los dedos comenzaron a chapotear en él. Intentó apartarse pero con la otra mano Chika agarró sus cabellos y le empujó contra la verga, haciéndole tragarla hasta el fondo de su garganta.
—Tranquilo, es un lubricante que he comprado antes de venir a la escuela, he llegado una hora tarde por ello. He investigado un poco por internet y por lo que pone ambos disfrutaremos más usándolo—explicó, disfrutando de aquel pervertido sonido y la humedad en sus dedos—. Oh, y también tiene algo de afrodisíaco, me pregunto si funcionará.
Con su boca llena de la verga no pudo decirle cuánto le disgustaba aquello. Se concentró simplemente en lamer y succionar con sorprendente deseo el miembro cada vez más duro y caliente. Comenzó a sentir arder su trasero, el líquido estaba desbordando, deslizándose por sus muslos y era una sensación demasiado extraña. Se estaba excitando más de lo normal.
— ¡Wao! Mira, ya puedo meter casi tres dedos y me estás succionando muy fuerte. Increíble, el lubricante está haciendo efecto. Incluso por delante, estás goteando ya—aquello era realmente divertido—. Es suficiente, quiero meterla ya en tu culo—sacó los dedos de su trasero y apartó al pelinegro de su entrepierna y se tumbó con las manos tras la cabeza—. Vamos, móntame—le dijo al ver que no reaccionaba.
Shito se movió hasta estar sobre la verga y la guió con sus manos hasta meter la punta en él. Era molesto tener encima la mirada arrogante de Chika pero ya dejaba de importarle, estaba demasiado excitado y necesitaba llenar su agujero. Bajó poco a poco sobre él, apoyando las manos en el vientre del peliblanco, hasta que lo tuvo completamente dentro.
—Esta es una buena posición, pero no puedo verlo bien. Aparta la camisa y échate hacia atrás, quiero ver cómo entro en ti—le dijo disfrutando más que nada su humillación.
Shito no lo pensó, levantó la camisa descubriendo su miembro erecto y se apoyó sobre sus manos y pies, sin dejar de moverse cada vez más rápido. Ahora claramente visible, aquel punto de unión entre ellos, Chika veía claramente su verga entrando y saliendo del empapado agujero. Literalmente se le caía la baba observando la fantástica escena y sobretodo el rostro sonrojado y abrumado de Shito con sus intensos gemidos. De pronto se escuchó la puerta metálica abrirse y las voces de unos chicos saliendo a la azotea. Shito se tensó, rápidamente se tumbó sobre Chika pegando todo lo que pudo su cuerpo a él.
—Vaya, qué inoportunos—susurró el peliblanco en su oído y Shito se estremeció al sentir su aliento.
—Cállate, si nos descubren…—estaba realmente nervioso.
— ¿Y te crees que puedo detenerme ahora?—su miembro palpitante necesitaba seguir moviéndose en el estrecho interior.
—Me oirán…—él también lo deseaba pero sabía que intensos sonidos saldrían de su boca.
Se miraron intensamente a los ojos durante un momento, se veían más vivos que nunca y sus respiraciones estaban casi acompasadas. Chika le agarró por la nuca y le besó profunda y apasionadamente, metiendo la lengua en su boca. Con la otra mano sujetando su trasero, el peliblanco comenzó a moverse, embistiéndole duro sin dejar que separa su boca. Las voces animadas de los chicos ensordecían el sonido de sus cuerpos húmedos chocando y de sus respiraciones ahogadas. Con sus lenguas y sus cuerpos ardiendo frotándose, ambos se corrieron desenfrenados aún con sus compañeros allá abajo, quienes no se enteraron de la calurosa pasión que se vivía allí.
Se quedaron en silencio, sin apartarse uno del otro, intentando calmar sus cuerpos. Al poco rato sonó el timbre de clases y los chicos se marcharon rápidamente.
—Eso ha sido sorprendente, estabas muy apretado y muy caliente. ¿Tanto te ha excitado hacerlo con esos chicos ahí?—preguntó Chika, acariciando su trasero.
—Cierra la boca, deja de decir cosas innecesarias—contestó levantándose costosamente.
Repentinamente el peliblanco se incorporó sin salir de su interior y le empujó contra el suelo debajo de él, agarrando sus muñecas por encima de la cabeza.
—No intentes disimular conmigo, todavía sigues duro. ¿Te pone cachondo que estén a punto de pillarnos? —preguntó burlón.
—Detente, tengo que volver a clase—no quería aceptar que sin duda se había excitado más de lo normal, quería achacarlo simplemente al afrodisíaco del lubricante.
— ¿Y crees que podrás en este estado? Ni siquiera te abrochará el pantalón.
Chika comenzó a embestirle de nuevo, usando el peso de su cuerpo para llegar más profundo, no era él el único que seguía duro. Era fantástico tener al ídolo de la escuela debajo de él, con el rostro lleno de doloroso placer, totalmente vulnerable.
—Chi… Chika… basta… ¡Nn-! No podré… sentarme…—se quejaba sintiendo un fuerte dolor desde su trasero hasta su espalda.
— ¿Y crees que me importa?—sería divertido ver cómo intentaba moverse con el culo dolorido.
El peliblanco se movía cada vez más rápido a punto de llegar al clímax, pero fue Shito quien se corrió primero, a pesar de aquella brutalidad, manchando todavía más su camisa. Mientras, la simiente de Chika se mezcló con la que ya había en su interior. Salió sin delicadeza alguna del húmedo agujero y se abrochó los pantalones.
—Por hoy es suficiente, nos veremos mañana, Shito—le dijo bajando ya por la escalerilla.
Shito se quedó tumbado en la azotea sin ser capaz de moverse, todo su cuerpo dolía y se sentía sumamente avergonzado por su propio comportamiento. Cuando consiguió levantarse encontró algo junto a sus piernas temblorosas. Era una tarjeta de estudiante y al mirar en su interior vio que pertenecía a Chika.
—Ch' Y me tocará a mí devolvérsela—masculló molesto mientras se vestía.


—Tengo que detener esto de algún modo, tiene que haber una forma para que ese bastardo me deje tranquilo. Pero mientras sepa mi secreto no dejará de chantajearme. Ese tipo disfruta humillándome—pensaba Shito caminando en dirección a la casa de su chantajista—. Si pudiera encontrar algo vergonzoso de su vida privada quizás pudiera contraatacar. ¿Pero habrá algo?
Lo había estado pensando durante todo el día, no podía soportar aquello mucho más tiempo. Odiaba aquella dorada y altiva mirada y la vergüenza de ser tomado a la fuerza por un delincuente juvenil. Pero eso iba a acabarse, encontraría el modo de acabar con ello. Había esperado hasta la tarde, asegurándose de que Chika no estaba en su casa, para ir a llevarle su tarjeta de estudiante y quizás tuviera entonces la oportunidad de colarse en su habitación y averiguar algo.
Cuando llamó a la puerta fue el padre de Chika quien le abrió y se puso en marcha el mecanismo de “soy-un-buen-chico”, ese que siempre se usa con los padres de los demás para caerles bien.
—Disculpe, ¿es usted el padre de Chika-kun?—le preguntó con una gran sonrisa amable.
—Sí, ¿y tú eres…?—preguntó mirándole extrañado, no parecía el tipo de chicos que se acercada a su hijo.
—Me llamo Shito Tachibana, soy compañero de Chika-kun, habíamos quedado hoy para estudiar—contestó con una leve inclinación.
— ¿Estudiar? ¿Chika? Eso es… raro—nadie se lo discutía.
—Tiene problemas con un par de asignaturas, me dijo si podía copiarme la tarea pero me ofrecí a ayudarle personalmente con ella para que pudiera hacerla él mismo. Quizás así pueda subir sus notas—ni él mismo se lo creía.
— ¿¡En serio!? Bueno, sin duda no le vendrá mal. Pareces un chico responsable, quizás pueda aprender de ti y comience a aprobar—la esperanza es lo último que se pierde—. Pero ese hijo mío se debe haber olvidado, ha salido hace un rato. No creo que tarde mucho, si quieres esperarle en su cuarto.
— ¡Oh! Si no es una molestia…—hasta él mismo se sorprendía de lo bien que había ido.
—No, no, en absoluto, adelante.
El padre lo guió hasta el cuarto de Chika y, tras ofrecerle una merienda que Shito declinó amablemente, el pelinegro pudo quedarse solo en la habitación. A primera vista parecía de lo más normal, el cuarto de un adolescente común y corriente. Pero tenía que haber algo, siempre había algo. Comenzó a hurgar por todas partes procurando poner todo en su lugar después de desarmarlo. Unas revistas porno metidas entre mangas, un DVD para adultos bajo el colchón, un ero-game en la carcasa de un juego de lucha… las típicas cosas que tendría cualquier adolescente, eso no le servía. Pero un momento, había algo allí que no encajaba, le mosqueaba, ¿qué fallaba en aquella habitación? Se fijó entonces en la ventana y la estantería a su lado. Por alguna razón tras aquella estantería había una pared innecesariamente gruesa, de unos 40cm de fondo. Shito se acercó y observó detalladamente, agarró la estantería por ambos lados y la movió hasta dejarla frente a la ventana, descubriendo tras ella un armario de puertas corredizas. En su rostro apareció una sonrisa de satisfacción, allí estaba la cueva de Alí Babá con sus tesoros.

—Ya estoy en casa—anunció con desgana Chika, tirando descolocados los zapatos en el recibidor.
—Por fin llegas, tu amigo te está esperando en tu habitación, sube inmediatamente—le dijo su padre mirándole con el ceño fruncido—. Mira que hacerle venir y luego dejarle plantado, qué chico más irresponsable.
— ¿Amigo? No he hecho venir… ¡Mierda!—veloz como una bala, Chika subió las escaleras hasta el segundo piso y entró en la habitación casi arrancando la puerta de los goznes.
Cuando vio la escena simplemente se quedó sin palabras. Un aura oscura y aterradora le rodeó, pero Shito no podía dejar de sonreír.
—Bienvenido a casa, Chika-kun—le dijo levantándose de la cama.
—Bastardo… ¿Qué haces aquí?—le preguntó apretando puños y dientes.
—Oh, tan solo venía a devolverte esto—le mostró su tarjeta de estudiante—, pero parece que he conseguido otra cosa.
—Tú… ¿qué es lo que quieres?—aunque no era muy necesario preguntarle.
—Bien, si no quieres que tu… “afición” secreta sea descubierta y todo el colegio- no, corrijo, toda la ciudad sepa de ella en menos de una semana…—disfrutaba cada una de las palabras que salían de su boca.
—Está bien, te dejaré en paz, olvidaré lo del coro ¿de acuerdo?—esperaba que aquello fuera suficiente.
—Ni hablar, ¿crees que con eso basta? Necesitarás algo más que eso para que mi boca se mantenga cerrada—sonrió malicioso.
Qué increíble expresión apareció en el rostro de Chika y por alguna razón excitó, quizás demasiado, el cuerpo de Shito.
—De acuerdo, haré lo que quieras pero solo por hoy. Con eso estaremos en paz y ambos nos olvidaremos de todo—le ofreció a muy pesar suyo.
—Me parece bien, pero solo si me dejas completamente satisfecho, claro—su expresión calculadora era más aterradora aún que cualquiera de Chika—. Por el momento comienza desnudándote.
Sin querer alargar aquello más de lo necesario, Chika se quitó rápidamente la camiseta, los pantalones y los calzoncillos, quedándose completamente desnudo frente al pelinegro, sin mostrar un ápice de vergüenza, incluso parecía orgulloso.
—Qué chico más obediente, si fueras así siempre no se te conocería como el delincuente del colegio—rió sin mirarle demasiado—. Ahora siéntate en la cama contra la pared, ábrete de piernas y dilata tu ano.
Chika obedeció, se sentó abierto de piernas y tras chuparse un dedo lo metió en su entrada, moviéndolo poco a poco.
—Ábrelas más, separa tus nalgas con la otra mano, no puedo ver bien—ordenó Shito mientras se sentaba en la silla del escritorio cruzando piernas y brazos.
—Sí, señor ídolo de hielo. Aunque ahora parece más bien que te estás derritiendo y apenas acabamos de comenzar—rió observando el bulto que surgía en su entrepierna.
—Deja de hablar, oír tu voz me molesta—replicó fastidiado.
¿Por qué incluso en esa situación tenía que quedar él por encima? No pensaba permitirlo. Cuando ya un segundo dedo entraba en el agujero, Shito cogió un bote con lápices y pinturas del escritorio y se acercó a Chika.
—Vamos a hacer esto un poco más colorido—sonrió pervertido.
Cogió una de las pinturas de madera y lo introdujo en el agujero junto a los dedos. Chika quiso negarse, decirle todo tipo de burradas, pero la severa mirada carmesí le dejó mudo. Seguido metió otro lápiz y sin detenerse introdujo uno tras otro, contándolos en voz alta hasta llegar a 15.
— ¿Qué? ¿No vas a penetrarme? ¿Te conformas con meterme unos lápices? ¿O es que no eres suficiente hombre? ¡Gh-!—su voz burlona fue acallada por la mano de Shito, que agarró fuertemente su cuello casi como si fuera a estrangularlo.
—Por supuesto que te penetraré, pero primero mójame—no pensaba dejarse llevar por él.
Se quitó pantalones y slips y se arrodilló sobre Chika, golpeando su cara con el miembro erecto. Para no sentirse más humillado, el peliblanco actuó como si disfrutara de aquello, no, quizás incluso lo hacía. Lamió el miembro de abajo a arriba y se lo metió cuanto pudo en la boca, sin dejar de mover su lengua sobre él. Shito jadeó y gimió sin poder evitarlo con aquella nueva y deliciosa sensación. Todo su cuerpo se sacudió, avergonzado tapó su boca pero temía que pudiera escuchar incluso los latidos de su corazón acelerado. Chika se excitaba más con las inocentes reacciones del pelinegro. No pudo contenerse más, agarró con ambas manos el trasero de Shito y metió un dedo en su interior.
—Q-qué estás… Nn…—quiso apartarse pero apenas conseguía sostenerse apoyado contra la pared.
Chika quiso contestarle pero su boca estaba demasiado ocupada. Mientras, metía otro dedo más en él y parecía ser bien recibido porque incluso era succionado. Sacó entonces el miembro goteante de su boca y agarró a Shito por las caderas.
—Lo siento, pero ya no puedo aguantar más—apenas susurró agitado.
Le empujó hacia abajo, penetrándole bruscamente, casi llegando a la mitad del camino de una sola embestida. Su espalda se arqueó, Shito mordió sus dedos ahogando un grito de dolor y se aferró a los hombros del peliblanco.
—Chika… Hijo de-
—Ya, ya, esas palabras no te quedan—rió sin poder creer que la situación hubiera dado un vuelco así—. Ya que estamos… continuemos con esto. Usa tu peso para bajar más.
— ¿Por qué demonios iba a obedecerte? Se supone que ahora soy yo quien- ¡Nn!—no pudo hablar más cuando la mano de Chika acarició con fuerza su miembro.
— ¿Qué importa? Lo estás disfrutando, déjate llevar—ya no pensaba detenerse por mucho que le pidiera.
Era fantástico observar su rostro sonrojado entre placer y dolor. Sus manos se deslizaron por el pecho del pelinegro desabrochando su camisa pero dejando la corbata roja intacta. Su lengua se deslizó por el pálido pecho y lamió las rosadas tetillas, mordisqueando los pezones mientras Shito descendía poco a poco sobre su miembro. Todo el cuerpo del pelinegro se estremecía, la boca de Chika sobre su pecho y las manos en sus caderas y trasero se sentían demasiado bien, no podía controlar los gemidos ni las reacciones de su cuerpo. Cabreado, agarró los lápices que aún estaban en la entrada de Chika y los movió bruscamente.
—Qué tipo más orgulloso. ¿Por qué no dejas simplemente que yo haga?—se quejó el peliblanco.
Agarró su mano sacando los lápices y le tumbó boca arriba en la cama sin salir de su interior, sujetándole las muñecas a la altura de las caderas. Se movió más profundo en él al tiempo que lamía su fino cuello.
—Eres realmente delgado…—susurró relamiéndose los labios.
—Tú… Suelta- Mm…—sus quejas fueron acalladas por un profundo beso.
La lengua de Chika irrumpió en su boca y se enredó con la suya. El contacto entre los cuerpos se hizo más intenso y más caliente. Sin darse cuenta Shito rodeó las caderas del peliblanco con sus piernas y se movió contra él penetrándose más sin separar sus bocas ni un segundo. Se había olvidado ya de que se suponía que debía ser él quien estuviera encima.
De pronto la puerta de la habitación se abrió y ambos se tensaron.
— ¡Oh, Chika!—su padre les miraba helado sin saber cómo reaccionar.
—Si no te importa ¿podrías cerrar la puerta? Estoy trabajando en algo ahora mismo—le dijo Chika con una sonrisa.
— ¡Ah, sí…!—cerró la puerta de golpe y se escucharon sus pasos acelerados alejándose.
Entre ambos jóvenes se hizo un absoluto silencio, roto solo por el húmedo sonido cuando Chika volvió a moverse.
—Te voy a matar—murmuró Shito avergonzado.
—De acuerdo, pero falta un rato para que puedas hacerlo—rió contemplando su rostro desde arriba.
Las embestidas continuaron, cada vez más brutales, frotando sus cuerpos. Los gemidos de Shito llenaban la habitación y por mucho que intentaba contenerlos era incapaz. Forcejeando consiguió soltar una de sus manos, agarró al Chika por sus cabellos y le agachó para besarle, ahogando en él su pervertida voz. Sin necesidad de ser tocado, Shito se corrió con una fuerte estocada manchando su corbata y Chika se vino en su interior, apretando fuertemente la muñeca que aún agarraba y su cadera.
Se quedaron en silencio, Shito era incapaz de moverse mientras que Chika se incorporó y se sentó a su lado, apoyado contra la pared. El calor en sus cuerpos pareció calmarse poco a poco y recuperaron el control de sus sentidos.
—Oye, ¿no le dirás a nadie sobre las chicas mágicas, verdad?—le preguntó el peliblanco mirando de reojo el armario lleno de figuritas, DVDs y todo tipo de objetos de coloridas chicas con poderes, sumamente infantiles.
—No lo haré, siempre y cuando me satisfagas correctamente, por supuesto—contestó Shito cubriéndose el rostro con el brazo.
Realmente no quería que viera la expresión de satisfacción que no podía disimular. Ya le daba igual si daba o recibía, simplemente quería experimentar aquellas sensaciones una y otra y otra vez. Aunque por supuesto, eso no se lo diría, mejor que quedara como un chantaje mutuo.
—Me pregunto si podré satisfacer al ídolo de hielo—reía Chika, observando de arriba a abajo aquel agotado cuerpo semidesnudo tendido en su cama, preguntándose si podría aguantar otra ronda más.

Al rato, cuando Shito ya estaba vestido y a punto de irse, llamaron a la puerta de la habitación y entró la hermana pequeña de Chika sin esperar una respuesta.
—Hermano, ¿podrías ayudarme con…? ¡Oye! ¿Por qué está el armario con mis muñecas abierto? ¡Tienes prohibido tocarlas!—le dijo corriendo rápido a cerrarlo.
—Ni que me interesara—respondió Chika mirando la expresión aturdida de Shito.
— ¿Eso quiere decir… que esas muñecas no son de Chika-kun?—preguntó el pelinegro si poder comprender.
— ¿Por qué iba a tener mi hermano algo como eso? Solo me las guarda ahí porque en mi habitación no caben—respondió la pequeña colocando costosamente la estantería en su sitio.
Shito miró el rostro sonriente de Chika y no quiso preguntar más. No entendía porqué había hecho aquello pero ya le daba igual mientras pudiera seguir haciendo aquello aun si usaba el chantaje del coro.

FIN

1 comentario:

  1. Fue un poco raro pero
    aun asi me encanto >.<
    ya keria leer un de Zombie-loan
    es de mis series/manga favoritos
    ahora espero leer un de Hibatsuna
    alguna ves
    de cualquier forma
    Arigatou ^^

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