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Sexo, Muerte, Rock c2







Título: Sexo, Muerte, Rock
Categoría: Original
Género: Yaoi
Clasificación: +14 años
Advertencia: Lemon, Incesto, Violación
Capítulo: 2 de 14 Finalizado: No
Resumen: Sexo Muerte y Rock, las tres palabras que más le gustan al protagonista de esta historia
Un misterioso guitarrista llega a una nueva ciudad. Allí comienza a tocar en un bar de mala muerte donde se encuentra con joven muy inocente por el que empieza a sentir interes. Su jefe le manda hacer un trabajito especial que le dará problemas.

Llegó frente a un local de mala muerte tras haber cruzado toda la ciudad sobre su Yamaha.

— ¿Y esta es la mierda de lugar que me ha recomendado?

La fachada del local ya daba pena, estaba descascarillada y llena de pintadas, con un letrero que parecía hecho a mano por un niño y el interior no era mucho mejor. Una barra sucia sin banquetas, dos mesas que parecía haber sobrevivido a un huracán al igual que las dos sillas que las acompañaban y un escenario con una sola bombilla y sin nada más.

“¿Quién coño va a venir aquí?” pensó asqueado.

— ¡Vaya! Tú debes de ser Argón, el guitarrista ese que me recomendó…

—Sí, sí, soy yo ¿aquí es donde voy a tocar?

Un tipo bajito y rechoncho, con barba de tres días y ojos amarillentos casi tanto como sus dientes se puso ante él.

— ¿Qué te esperabas muchacho? Un guitarrista de poca monta solo puede tocar en bares de poca monta.

Los tiznes rojizos de los ojos del joven se volvieron más intensos mientras intentaba controlarse para no apalear a aquel maloliente ser. Apretaba el puño derecho sobre el mango de la carátula de la guitarra y el otro sobre el casco de la moto. Aquel tipo de aspecto nauseabundo se dio cuenta de que esos ojos de asesino se enfurecían por momentos e inconscientemente dio un paso atrás.

—Emm bueno… tranquilo, todos los buenos roqueros empiezan así.

El pelinegro le dio la espalda arto de ver a aquel horrible ser y observó el escenario que no era mucho mejor. Subió a él y contempló al público imaginario que poco más tarde estaría escuchando su música.

“¿Pero quién coño va a venir a escucharme aquí? Si da asco solo entrar”

—Bueno, el concierto será a las diez y media, se puntual, aun no tienes fama como para hacerte esperar.

El pelinegro le lanzó una mirada de advertencia y el tipejo retrocedió de nuevo. El pelinegro bajó del escenario y salió del local, montándose de nuevo en su moto, buscando un lugar en el que descansar un rato y pasar la noche.
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— ¡Señores Bineko! ¡Llegan tarde de nuevo!—el director del instituto les pilló antes de que pudieran entrar sigilosamente en sus clases.

—Emm… sí… etto… perdone, es que…

—No quiero excusas, ya me las sé todas. Se quedarán castigados durante el recreo de toda la semana.

Los hermanos bajaron la cabeza y sin decir nada más fueron a sus clases.

— ¡Hey! Ryou! Ya es hora del recreo—un pelirrojo de ojos castaños y multitud de pecas en su pálido rostro le habló desde la puerta de la clase.

—Estoy castigado, no puedo salir—contestó el rubio cabizbajo.

—Vaya, por llegar tarde ¿verdad? Entonces tu hermano también lo estará—suspiró entristecido—bueno que se le va a hacer. Me quedaré contigo hasta que llegue un profesor y me eche.

—Gracias Nao.

—Pa’questan los amigos—sonriente se sentó junto a él—por cierto, esta noche me han invitado a un concierto en un local ¿Quieres venir? Nos lo pasaremos bien.

— ¡¡¡Nao!!! ¿Tengo que recordarte cuantos años tengo a mi pesar?

— ¡No pasa nada! El dueño del bar es un conocido y te dejará pasar. Además… seguro que hay montón de chicas lindas y quien sabe, a lo mejor encuentras novia.

—No me interesa—dijo volviendo el rostro.

—Bueno, entonces iremos Sora y yo solos, tal vez él encuentre novia, a su edad ya debía haber tenido más de un lío y sin embargo nada. Y con lo atractivo que es no lo entiendo. Todas las chicas de aquí están coladas por él, pero él ni las mira.

— ¿Cierto, por qué será?—se preguntaba el ojiaqua.

—Bueno, da igual, vas a venir al concierto y punto, ya le diré la dirección y la hora a Sora.

—Pe-pero…

—De peros nada. Como no vayas te hago el vacío durante un mes.

—¡¡¡Nao!!!

—Bueno, me voy que llega el profe—el pelirrojo se levantó rápido y salió de la clase dejando al rubio con la palabra en la boca.
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Era la hora de comer, los oficinistas salían a los restaurantes más cercanos para tomar su diaria comida basura en el poco tiempo que tenían. Un pelinegro de piel blanca caminaba con un bocadillo en la mano intentando alejarse del mogollón en el que se había metido sin quererlo. Cuando al fin pudo salir de aquello se sentó en un banco de un pequeño parque junto a una escuela. Los chicos salieron al patio después de haber comido y comenzó el jaleo.

—Agh, ¿es que no hay ningún sitio en esta asquerosa ciudad donde estar tranquilo?—gruñó levantándose y alejándose de allí.

Regresó a la habitación que había alquilado en un hostal y se acercó allí. Sacó unas cuantas hojas de partituras y se puso a escribir notas que después tiraba a la basura porque le parecían horribles.

—Que lento se pasa el tiempo—murmuraba acariciando su guitarra mimándola y limpiándola como todos los días—bueno, al menos esta noche vamos a tocar. ¿Estás nerviosa Sarah?
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—Pero Sora, te he dicho que no puedo, tengo 15 años—el rubio se quejaba mientras su hermano le quitaba la ropa a la fuerza.

—No te preocupes por eso, está bien, no pasa nada—el ojimamba tiró al pequeño al suelo para quitarle los pantalones—el dueño no nos dirá nada y yo estaré contigo.

— ¡Eso da igual! ¡No está bien!—le gritaba intentando zafarse.

—Agh, siempre igual, no puedo creer que siempre seas tan moral, a este paso te perderás todo lo bueno de la vida—se puso sobre él, le cogió la muñecas por encima de la cabeza y le miró a los ojos con el rostro muy cercano—no te preocupes, solo vamos a divertirnos un rato escuchando música como niños buenos, no vamos a hacer nada malo.

— ¿Me lo prometes?—preguntó con ojos tristes el rubio.

—Te lo prometo—el corazón del ojimamba estaba acelerado. Se ponía nervioso al tener aquel precioso y frágil cuerpo semidesnudo bajo el suyo.

Acercó su rostro al del rubio y lo besó dulcemente en la mejilla muy cerca de los labios. Disfrutó del beso unos momentos y después se apartó para mirarlo y observar su reacción. El rubio lo miró sonriente, con aquella inocencia que le caracterizaba y que tanto le gustaba a su hermano. Se levantó rápido notando que algo se despertaba en su cuerpo. Se dirigió a la puerta sin volverse.

—Bueno… vístete, yo también tengo que hacerlo.

—Está bien.

El ojimamba regresó rápidamente a su cuarto con algo ya despierto bajo sus pantalones.

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