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Sexo, Muerte, Rock c1







Título: Sexo, Muerte, Rock
Categoría: Original
Género: Yaoi
Clasificación: +14 años
Advertencia: Lemon, Incesto, Violación
Capítulo: 1 de 14 Finalizado: No
Resumen: Sexo Muerte y Rock, las tres palabras que más le gustan al protagonista de esta historia
Un misterioso guitarrista llega a una nueva ciudad. Allí comienza a tocar en un bar de mala muerte donde se encuentra con joven muy inocente por el que empieza a sentir interes. Su jefe le manda hacer un trabajito especial que le dará problemas.

Olores, colores, sabores, sonidos. Todos ellos desagradables para sus perfectos sentidos. Había llegado a otra de tantas ciudades. Cientos de rascacielos se alzaban soberbios, nublando la vista del cielo, que apenas estaba cubierto por algunas nubes pero su azul era grisáceo por la enorme cantidad de contaminación que había en él. A su alrededor una manada de coches que llevaba media hora sin moverse, haciendo sonar las bocinas que destrozaban sus tímpanos sin remordimientos. La gente caminaba como zombis en el cementerio, todos iguales y con la mente putrefacta. Lo único bueno en aquel momento era aquel frío viento que soplaba por el entrante invierno y que maleaba sus cabellos negros como quería. Un chico joven, alto y bastante delgado, de tez pálida como si estuviera enfermo o no comiera, estaba sobre una gran moto negra y plateada. Tenía el cabello corto con el flequillo medio tapándole el rostro, liso y de un negro más intenso que el de la noche. Sus labios eran finos y casi tan blancos como su piel, tenía una nariz algo respingona y sus ojos eran castaños pero casi rojos, y al contrario que el calor que se podría imaginar de unos ojos así, eran más fríos que el hielo, con un brillo extraño y confuso que a la gente no le gustaba ver, por ello todos desviaban la mirada al cruzarse con él. Vestía todo de negro, con un jersey ajustado y una chaqueta de cuero, unos pantalones también algo ajustados marcando su cuerpo bien formado y una botas de militar. Llevaba una mochila no demasiado grande a su espalda y una caja con una guitarra eléctrica.

Ya arto de aquel estúpido atasco se puso el casco y con su gran moto, una Yamaha, salió al borde de la acera y se puso en marcha haciendo que los transeúntes tuvieran que apartarse a su paso.

~~~~~~~~~~~SEXO~~~MUERTE~~~ROCK~~~~~~~~~~~~

En uno de aquellos rascacielos, en el piso 27.

— ¡RYOU! ¡VAMOS! ¡LLEGAREMOS TARDE OTRA VEZ!

—Ya, ya, un segundo.

— ¿Pero qué estás haciendo? Agh, para qué pregunto.

En la habitación, un chico de 15 años, de cabellos rubios y revueltos, con rizos perfectos, de ojos aqua como el agua de las playas tropicales y unas facciones infantiles con nariz respingona, estaba sentado sobre la cama abierta, observando a través de las enormes ventanas, con un blog de dibujo sobre las piernas y un lápiz en la mano.

—Ya voy, falta poco—dijo con tono infantil y apresurado moviendo a gran velocidad el lapicero.

—Siempre igual, ¿no puedes hacerlo en otro momento? Siempre será el mismo paisaje.

—No, cambia a cada segundo—contestó sin apartar la vista.

El chico tras él rió. Era dos años mayor, con los cabellos igual de rizados pero castaños y los ojos con un verde mas intenso que recordaba al de la serpiente mamba verde. Con sus 1’74 de estatura sacaba casi una cabeza al rubio que no acababa de dar el estirón y su cuerpo perfecto, delgado pero no en extremo y con buenas formas protagonizaba las fantasías de muchas compañeras de instituto y de alguna que otra madre. Se sentó tras el rubio y rodeó su vientre con las manos reposando la barbilla en su hombro.

—Nunca cambiarás—dijo observando el dibujo del pequeño—nos pondrán otro parte de expulsión si llegamos tarde de nuevo.

—Ya lo sé, solo un momento Sora, necesito acabarlo.

El mayor se resignó y esperó a que el pequeño acabara, al menos ver el dibujo merecía la pena.

— ¡LISTO! Lo acabé, ¿Qué tal me quedó hermanito?

—Perfecto como siempre. Ahora vámonos—le dijo sin quitar la mirada del precioso dibujo.

—No puedo confiar en tu opinión, siempre dices lo mismo—el rubio se levantó algo enfurruñado y se puso los playeros.

—Digo lo mismo porque es la verdad—contestó el ojimamba dirigiéndose ya a la puerta.

—Mentira, lo dices porque eres mi hermano.

—Jeje, si fuera por eso te diría que es horrible para chincharte.

—Ya, ya, venga que llegamos tarde.

— ¿Y de quién es la culpa?

Como respuesta el rubio le sacó la lengua y salió por la puerta. Llegaron a la calle y comenzaron a correr en dirección al instituto. De pronto junto a ellos, por la acera, pasó una moto Yamaha tan cerca de ellos que tuvieron que tirarse a un lado para no ser atropellados.

— ¡Pero será idiota! ¡¿Cómo coño se le ocurre conducir por la acera?!

—Tranquilo Sora, no te enfades a primera hora.

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